La minería del azufre de Libros (Teruel) ha sido muy importante en Aragón, por lo que se tiene mucha información sobre su funcionamiento. Además, entre los aficionados a la paleontología, Libros es conocido por sus ranas fósiles de preservación excepcional. Más desconocida es la labor de los propios mineros que trabajaron en estas minas. Dentro del proyecto de recuperación de la memoria olvidada de las minas aragonesas, hemos recibido el relato autobiográfico de Manuel Marqués (1915-1973).
Natural de Riodeva, Manuel habla en primera persona del trabajo en estas minas durante los años 30. En este post, os dejamos algunos de los textos que escribió sobre la Mina de Libros. Son extractos del libro “HISTORIA DE UN HOMBRE RECTO”, p.38-41. Nos lo ha enviado su nieta Bárbara Marqués.
“ […] seguía faltando de todo en casa, por lo que no había más remedio que lograr mas ingresos y la única forma era ir a trabajar a la mina con mi hermano, así es que solicité un puesto y me lo dieron primero de vagonero, es decir, para sacar con una vagoneta el mineral desde el tajo a la puerta de la boca de la mina. Por este trabajo de 8 horas pagaban 4 Pts al día. Además, hay que tener en cuenta que la mina estaba a 8 km de distancia del pueblo, por lo que había que emplear casi dos horas más para ir y otras dos para volver […]”. “[…]El turno más duro era el de las 6 de la mañana hasta las 8 de la tarde, pues se tenía que salir del pueblo a las 4 de la madrugada con nieve y, únicamente y por todo alumbrado, con carburos para pasar las piedras heladas del río. Pero, con voluntad y sobretodo juventud, todo se vence, incluso estando mal alimentado, mal vestido y haciendo trabajos duros, incluso para los acostumbrados.”
“Debo decir que también iban mozas a trabajar a las minas y, por lo tanto, a la entrada y salida de los tornos, nos juntábamos en pandillas de 20 o 30 e íbamos juntos todo el camino. A las mozas las empleaban en clasificar el mineral al salir de la mina y en envasar el azufre después de haber sido fundido en hornos, a los que yo fui también. Las mozas que iban a la mina se les conocía enseguida, pues en cuanto llevaban un mes en contacto permanente con el azufre ya purificado, es decir, después de fundido y en la sección de envasado, aquel cutis tan ajado de las inclemencias del tiempo y de los trabajos del campo, con arrugas y quemado por el sol, se convertía en un cutis sonrosado y lozano, resaltando los colores naturales de las mejillas, lo que demuestra el uso frecuente que hacen los laboratorios de belleza del azufre”
“[…] trabajando en la mina interior y, sobre todo, fundiendo, la salud de los mineros terminaba por resentirse y hombres con 40 años parecían tener 70, llenos de achaques y enfermedades. Téngase en cuenta que las condiciones de trabajo entonces y en aquella mina, eran inhumanas, sin derecho a nada, sin seguros de enfermedad ni de accidentes, nada de nada, y todavía se consideraba una suerte el que tenía un puesto en la mina, sobretodo en la época de invierno, que es cuando los hombres del campo tienen menos trabajo. Así, trabajando en la mina unos meses, los pobres disponían de un dinero para atender las necesidades más urgentes del resto del año […]”.
© Archivo Familia Marqués Díez
Nos hubiera gustado ilustrar esta historia con imágenes antiguas de las minas, pero por el momento no hemos recibido ninguna. Podéis hacernos llegar vuestras fotos e historias sobre las minas de Aragón a museonat@unizar.es.