Los Pirineos aragoneses son uno de los lugares más queridos de esta tierra. Su belleza y espectacularidad atrapa por igual a los amantes del deporte, los enamorados de la naturaleza o los que vuelven la mirada hacia un mundo rural hoy casi perdido. Si hablamos de geología, hay mucho que aprender de estas montañas, y el equipo de paleontología de esta casa desarrolla números trabajos en la zona. Seguro que tenéis en mente las recientes excavaciones de huevos de dinosaurios en Loarre, o de vacas marinas prehistóricas en Castejón de Sobrarbe. La historia que os traemos hoy procede de un yacimiento más recóndito, uno de esos lugares a los que no es sencillo llegar. Hablamos de las cuevas de la Brecha del Rincón, en Secús, y los tesoros paleontológicos que esconden.
Desde hace algunos días forma parte de la colección paleontológica de nuestro Museo una pieza espectacular: un cráneo de oso pardo recuperado a más de 2000 m de altitud. Pero este cráneo fue encontrado hace más de 30 años por el espeleólogo Manel Trepat, del Equip de Recerques Espeleòlogiques del Centre Excursionista de Catalunya (Barcelona). En 2014, el hallazgo llegó a oídos de un joven equipo de paleontólogos a cargo de los doctores Raquel Rabal Garcés y Víctor Sauqué, a través de sus compañeros y colaboradores del Centro de Espeleología de Aragón (CEA), con quienes Trepat contactó al conocer que el equipo estaba trabajando en el área de Sierra de Secús-Cueva del Castillo (Hecho, Huesca). En aquel momento, el equipo mixto paleo-espeleológico, del que formaba parte el espeleólogo del CEA Mario Gisbert, investigaba las cuevas de alta montaña de los Pirineos en busca de fósiles de grandes mamíferos del Cuaternario. Contaban también con el apoyo del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE). Y una de las zonas de estudio era la Brecha del Rincón, en la Sierra de Secús. Allí habían comenzado a excavar una cueva denominada B-9, a 2160 m de altitud, en cuyo interior aparecieron restos de una especie de oso del Pleistoceno Medio extinguida hoy en día. Sin embargo, a partir de la información del espeleólogo catalán, los paleontólogos decidieron investigar también una pequeña cavidad próxima, la B-8, de donde procedía el cráneo del oso. Por aquel entonces yo acababa de aterrizar en el Área de Paleontología de la Universidad de Zaragoza. Cuando Víctor y Raquel me ofrecieron participar en la campaña de prospección y excavación de Secús en 2015, me apunté sin dudarlo. Y como aventura para una recién llegada, hay que decir que no estuvo nada mal.
La Sierra de Secús está integrada en el macizo montañoso del Bisaurín, y se sitúa al norte del pico principal (2669 m). La ubicación de las cuevas hacía imposible llegar hasta ellas utilizando un vehículo. Se decidió que el punto de quedada del equipo fuese el refugio de Gabardito. Desde allí se iniciaría el ascenso y el porteo del material hasta el campamento de altura, instalado a 2020 m. Tuvimos que cubrir una distancia de unos 5 km, con 600 m de desnivel (alrededor de 3 horas de pateo). En total, 18 personas participamos en esa campaña. La comitiva estaba formada por paleontólogos y espeleólogos de distintas procedencias (dentro y fuera de España), y las mulas de TrekkingMule que nos hicieron el porteo del material (técnico, logístico, intendencia, personal…).
Una vez en altura, los grupos de trabajos se dividieron entre el equipo de prospección paleontológica y el de prospección espeleológica. El “equipo paleo” trabajaba en las cuevas hasta media tarde. Cada día teníamos que cubrir los 100 m de desnivel desde el campamento hasta las cuevas. La temperatura en el interior de estas cuevas es inferior a los 5 ºC, y mi peor recuerdo es el del frío que nos atería tras varias horas acuclillados excavando. Por las tardes, ya de vuelta en el campamento, se limpiaba y preparaba el material excavado. Mi tarea particular era la de procesar el sedimento para obtener fósiles de pequeños vertebrados. Tanto la cueva B-9 como la menos conocida B-8 resultaron contener restos muy interesantes. Ya sabíamos que la zona había sido lugar de refugio para osos en diferentes momentos del pasado. Una de las cuestiones más interesantes es que en la B-8 se recuperaron restos de varios individuos de diversas edades, incluidos algunos oseznos. Las dataciones realizadas posteriormente indicaban una edad de alrededor de 8000 años. Otra de las cuestiones que nos sorprendió fue la presencia de restos de distintas especies de murciélagos en el sedimento procesado, ya que la altitud de las cuevas se encuentra en la zona “límite” para la mayoría de las especies ibéricas. En concreto, en el relleno de la cueva B-8 se encontraron varios individuos de murciélago orejudo cuyo estudio está todavía en proceso. Echando la vista atrás, aquella semana de campaña en Secús trabajamos muy duro y bajo condiciones complicadas. Pero la aventura valió la pena, y no solo por el material que recuperamos. El buen ambiente dentro del equipo y la belleza del paraje hicieron que los días pasaran volando.
Tenéis una descripción más detallada de la campaña y de todos sus participantes en el blog del CEA.
Fotos: Jorge Tello / Mario Gisbert / Raquel Rabal / José Ignacio Canudo.