Lo que os presentamos hoy es un fósil único, aunque su conservación no sea buena, que procede de una de esas minas olvidadas de Aragón de las que os venimos hablando desde hace tiempo. Hace unos días os proponíamos en nuestras redes averiguar qué era esta pieza. Hoy nos toca explicar qué es lo que se veía en la foto tomada por Guillermo Cubero.
La pieza que os mostrábamos es lo que queda del esqueleto de un castor, procedente de las famosas minas del Mioceno superior de Libros (Teruel). De estas minas que son a la vez un yacimiento paleontológico excepcional hemos hablado anteriormente, así como de sus ranas fósiles que se pueden ver en el Museo. Pero las ranas no son el único vertebrado que registra. También se conocen aves, salamandras y alguna serpiente, y un solo mamífero (que es el de la foto). La clave para reconocer el fósil está en la parte de la izquierda de la fotografía, donde se ve lo que queda de la cabeza. Por desgracia, al abrir la placa que lo contenía se rompió más de lo que nos habría gustado. Como es algo que sucedió hace más de 50 años, únicamente lo podemos imaginar. En la fotografía de los dos cráneos de castores actuales podéis ver el parecido.
Os mostramos también una foto de detalle de la zona inferior del cráneo, que sería el molde de la mandíbula donde se ve el incisivo típico de un roedor. En otra fotografía se ve el molde que hizo uno de los molares en la matriz que lo rodeaba. A pesar de faltar el molar, se puede ver en el molde la morfología que tendría la superficie de masticación del diente.
Según la Prof. Gloria Cuenca, del grupo Aragosaurus-IUCA de la Universidad de Zaragoza, es la morfología típica de un castor, posiblemente del género Stenofiber. Se puede ver como se parece a los dientes de los castores actuales (Castor fiber). Este fósil es importante porque documenta que en Aragón había castores desde hace millones de años. Alguno recordará que durante un tiempo se consideró que los castores eran animales invasores, y se llegaron a sacrificar. Afortunadamente, es una situación que ha cambiado y ha pasado a ser una especie protegida. Incluso se la puede ver en lugares tan concurridos como el parque del agua de Zaragoza.
El fósil fue donado al Museo hace años por un aficionado de la Sampuz, José Antonio Ariño, tristemente fallecido. Se puso en contacto con Chema Abad, también de la Sampuz, que le confirmó que podría ser un fósil interesante y que debería guardarse en el Museo. De esta manera se pudo recuperar para todos una pequeña parte de la historia natural de Aragón.