Lunes, 7 de la mañana. Suena la alarma y, al moverme, noto el dolor del brazo derecho, desde el hombro hasta la muñeca. Es el resultado del trabajo en el yacimiento de Loarre este fin de semana. Pienso en los compañeros paleontólogos que llevan ya más de dos semanas excavando, y lo que les queda. ¿Será que cuando llevas tantos días te acostumbras? Lo dudo mucho… Ahora mismo, pienso, estarán empezando a organizar la jornada. Los encargados de cocinar la comida de hoy estarán a los fogones. El resto, organizando material, desayunando y preparándose para el día que comienza. No puedo evitar echar un ojo a la previsión del tiempo. Parece que este lunes, al menos, el viento les dará un respiro.

El yacimiento de huevos de dinosaurio de Loarre, que se encuentra a más de 1000 m de altitud, impresiona cuando lo ves por primera vez. Cuando, el sábado por la mañana, bajamos de la furgoneta, lo primero que recibimos fue el impacto del fortísimo viento. Los primeros 20 minutos de la jornada consisten en organizar al equipo de excavación y el material. Con semejante vendaval, todo el material ligero volaba por los aires (las esterillas fueron las principales damnificadas), así que por un momento reinó el caos. Por suerte, pudimos sobreponernos enseguida a las inclemencias climáticas y así comenzar a trabajar. La extensión que ocupa el área de excavación es bastante amplia, y el equipo se dividió en tres grupos de trabajo repartidos a lo largo de la extensa cuadrícula. Un grupito de excavadoras se centró en el trabajo fino de una parte del afloramiento, donde aparecen algunos huevos muy bien conservados. Otra compañera se dedicó en exclusiva a una zona algo más apartada. Y, mientras tanto, al equipo más numeroso se nos encomendó la tarea de excavar una zanja rodeando la zona de afloramiento de una importante acumulación de huevos fósiles. Nuestro objetivo, descalzar un enorme bloque de roca que los paleontólogos se llevarán al laboratorio. Así a ojo, el bloque pesará más de una tonelada. Se trata de una roca bastante dura que hay que excavar con martillo neumático, o con cincel y maza si hay que trabajar con más precisión. El trabajo es duro allá arriba, pero las bajas temperaturas de estos días invitaban a no quedarse quieto. Casi hasta se agradecía tener que llevar mascarilla para mantener nariz y cara más protegidas. Otra de las complicaciones a las que hay que hacer frente cuando el clima no acompaña es lo difícil que resulta proteger los restos fósiles. La técnica empleada es el engasado, que consiste en cubrir el fósil con gasas y aplicar consolidante liquído. Pero colocar trocitos de gasas sobre una roca con vientos de casi 80 km/h no es sencillo: las gasas seguían a las esterillas en su búsqueda de la libertad. Además, las bajas temperaturas hacen que sea más largo el proceso de secado del consolidante.

Pese a todo, el equipo de trabajo va a continuar incansable sus labores durante las próximas dos semanas. Y, la verdad, hay que reconocer que el esfuerzo tiene su recompensa cuando ves el material tan alucinante que se está recuperando. Desde el Museo queremos desearles muchísimo ánimo a todos los componentes del equipo. ¡Estamos deseando conocer más cosas sobre sus hallazgos!

El equipo del Museo colaborando en las tareas de excavación en Loarre. Autoría: Carmen Núñez.

El equipo del Museo colaborando en las tareas de excavación en Loarre. Autoría: Carmen Núñez.